CONOCER A LA GENTE


Lo encontramos muy activo trabajando en ese jardín de flores que conforma el moderno local de ese rosedal que tiene Almagro en plena avenida Rivadavia.
Lo hallamos moviéndose con dinamismo entro lo que es su verdadera vocación: prolongar un sentimiento de duelo asomándose a la insinuada condolencia mediante el homenaje que da una flor o extender un deseo de felicidad amagando un gesto grato a través de un ramillete.
Se trata de don Vicente Spizuoco, dueño de El Rosedal de Almagro, a quien queremos entrevistar para hacerle un reportaje a su pasado, a su vida privada.
Ante nuestra primera pregunta, no vacila en decirnos:
"Nací en Ramos Mejía y desde muy chico aprendí y sentí el oficio de florista como algo que llenaba mi vida, era la herencia de mi abuelo y mi padre que ya por entonces se dedicaban al cultivo de las flores. Tanto me atrajo ese oficio que a los 15 años trabajé junto a mi tío en la florería que tenía en Belgrano 2194, en Buenos Aires, y al poco tiempo quise independizarme para hacer lo que más me gustaba: la venta por mi cuenta.
En 1927 conseguí un puesto municipal en Rivadavia y Jujuy pero, como mi inspiración iba en alza, casi inmediatamente tomé la determinación de alquilar un local en la avenida Rivadavia 3245, al lado del edificio del Ejército de Salvación.
El boliche no anduvo bien y entonces junto a un amigo formamos una sociedad alquilando un inmenso galpón en la misma avenida Rivadavia 3559, junto al colegio Mariano Moreno, ya en pleno barrio de Almagro. Esta sociedad duró poco por desición del propio amigo que, al convenir la separación, prefirió irse y dejarme a mí a cargo del local. Allí comencé otra etapa muy importante. Allí me casé..."
-Por lo visto, no era fácil conseguir vivienda.
-No, por el contrario, en esos años era muy fácil alquilar y, precisamente como había locales de sobra, terminé por trasladarme a este local de la avenida Rivadavia 3456, que al poco tiempo adquirí.
-¿Cómo nace el nombre de la florería?
-En 1928 le puse nombre de "La Peonía", haciendo referencia a la flor así llamada, pero ocurrió que, como ésta no era muy conocida en aquellos años, decidí ponerle al negocio un nombre más corriente, y así inicié una nueva etapa comercial con "El Rosedal de Almagro".
-Para finalizar este repaso del tiempo, ¿podría citar alguna anécdota?.
¡Cómo no! ... y, aunque no es muy simpática, puede dar una idea de cuánto y cómo se trabaja en aquellos años. Una noche, luego de haber trabajado todo el día sin parar, preparé una corona de veinte pesos (de los de antes) y con mi furgoncito la llevé a su destino en Mataderos. Era aproximadamente la una de la madrugada cuando retorné a casa con un gran cansancio y con muchas ganas de dormir, y mi esposa que me estaba aguardando me informó que debía llevar otra corona a la misma dirección. Con el disguste que es imaginar, volví a cumplir con la nueva entrega y al volver al negocio me quedé dormido en el volante y embestí a un tranvía de la línea 84 que atravesaba Rivadavia. Yo sólo sufrí el sobresalto, mi furgón ni un rasguño y el tranvía lo saqué de sus vías. Fue la primera y única vez que pisé una comisaría.
Hasta aquí las palabras de un honesto y antiguo comerciante de la zona, padre ejemplar y abuelo "chocho".
En este reportaje del mes de octubre de 1973, pudimos acercarnos a otro "almagrense" que nos hace sentirnos orgullosos y nos ha permitido comprobar que en este rosedal las rosas no tienen espinas.

Fuente: "Almagro en el intento".
Autor: Omar Pedro Granelli.