LOS GRATOS RECUERDOS DE UN ABUELO


Visitamos a don Eugenio P. Quadri, un luchador indomable de 92 jóvenes años, hijo de esta noble tierra argentina, amigo de lo bueno, sencillo y humilde que tiene la vida.
Lo ubicamos en el local de la calle Gascón 483, donde se encuentra la fábrica de mosaicos que fundara hace ya muchos años. Allí nos recibió con toda consideración y ante nuestro requerimiento nos habló de su vida, de cuando niño, de cuando estudiaba de noche para poder trabajar de día, de cuando hizo el servicio militar en días domingos y en forma salteada, como se estilaba en aquellos tiempos.
También nos dijo de los años que trabajó junto a su padre, don Martín Quadri, creador de la artesanía en la elaboración del mosaico, hoy transformada en industria. Nos contó que su padre, junto a un primo suyo y algunos amigos que tenían por oficio la fabricación de revestimientos y pisos de mosaicos, es decir, mosaicos de tesela, como los que se utilizaron en las basílicas de Venecia, partieron de Lugano, Suiza, hacia Buenos Aires, en el año 1860. Cuando arribaron a estas playas, después de fatigoso viaje, don Martín Quadri decidió radicarse en Buenos Aires, mientras que su primo y amigos lo hicieron en Montevideo, Uruguay.
Luego de un viaje esporádico a Lugano, Suiza, don Martín Quadri se quedó definitivamente en nuestro país, donde contrajera matrimonio y del cual nacieron seis hijos, tres varones y tres mujeres; bautizó a los primeros con los nombres de Martín, Eugenio P. (nuestro entrevistado) y Elvecio.
En su relato vamos hilvanando esta historia de un apellido tan ligado al barrio de Almagro por una industria que, precisamente, no naciera en su territorio sino que lo hizo en 1874 en la calle Garay, entre Caridad y Soria, pero que hacia fines de Siglo ya encontrara residencia en Almagro al trasladarse a la calle Bollini, luego llamada sucesivamente Sadi Carnot, Esperanza y Mario Bravo.
Por fin, Martín Quadri llevó su fábrica a un predio propio en la avenida Corrientes 3738/40, compartiendo la sociedad con sus dos hijos mayores Martín (h) y Eugenio P.
Nuestra primera pregunta, referida a su infancia, produjo la inmediata reacción de nuestro entrevistado, quien con absoluta calma y lucidez nos dijo:
- En Almagro pasó mi vida. Cuando era chico, la zona era un descampado, imagínense que eran los aledaños de la ciudad. Mi padre Martín, como les dije, al llevar la fábrica a la calle Bollini, a unos cien metros de la avenida Corrientes, me permitió ver el tranvía Lacroze a caballo por donde circulaba y cuyo paso era anticipado por otra cabalgadura con corneta para evitar accidentes por la velocidad del "tranway", como se le decía. Esos tranvías tenían 1a y 2a clase, y recuerdo que la primera se distinguía por los asientos tapizados que se colmaban de barro cuando atravesaban la Chacarita. Otra característica que no olvido respecto de la zona era la laguna de Bulnes, donde retozaban los caballos de cambio que llevaban los tranvías y que para mí eran un lindo entretenimiento cuando nos dedicábamos a espantarlos para hacer enojar a los que debían realizar la tarea de reemplazo. También, unas cuadras más abajo, hacia el este, había otro lagunón donde hoy se levanta el Abasto.
Las palabras del señor Quadri se encienden de un entusiasmo poco común y nos contagian, a tal punto, que preferimos seguir escuchando.
- Volviendo al tema inicial, debo decir que la industria del mosaico hoy es centenaria en Argentina y que mi padre, su fundador, falleció en su domicilio de la avenida Corrientes 3736, al lado del tercer domicilio de la fábrica, como queda dicho. Así fue que por el año 1907 los tres hermanos decidimos instalarnos cada uno por su cuenta; el menor, Elvecio, decidió quedarse con la casa paterna; el mayor, Martín, lo hizo en Chubut (Hoy Ángel Gallardo) 150-168, y yo por mi parte alquilé al Monasterio de Santa Teresita este lugar en Gascón 425, luego de haber subarrendado un corralón de materiales a un primo. A partir de entonces, comenzó el trabajo duro en la empresa, vendiendo los mosaicos compuestos de materia primas extranjeras, ya que muy poco se explotaba en el país. El actual Hospital Italiano lo vi construirse frente a mi puerta, es decir, frente al portón por donde salían las chatas de madrugada con un cadenero y dos caballo de tiro, transportando los mosaicos que fabricábamos en cada jornada. Destaco que en cada obra colocábamos una chapa verde con letras blancas que yo había encargado en Alemania, cuyo texto de por sí explica muchas cosas y que decía:

FÁBRICA DE MOSAICOS LA ESPERANZA
GASCÓN 425 AL 493
UNIÓN TELEFÓNICA 450 ALMAGRO
Y COOP. TELEF. 10 OESTE
FRENTE AL HOSPITAL ITALIANO

Eran otros tiempos. Todavía recuerdo que desde aquí se veía perfectamente el paso de las carretas y chatas que circulaban por Rivadavia rumbo al Oeste, donde estaban las quintas.
- ¿Y cómo era la relación con sus obreros?
- Mis operarios eran amigos con los cuales compartía las horas de labor. Muchos de ellos se independizaron con mi ayuda y no pocos de ellos, en esfuerzo común, edificaron su casa con mi colaboración dominical y desinteresada. Siempre tuvieron su premio anual, que hoy llaman aguinaldo, y su descanso anual, que hoy llaman vacaciones, generalmente en carnaval, que yo disfrutaba también, sin que existieran leyes como las de ahora. Antes se luchaba por ganarse la vida y por lograr los mosaicos mejores, para dar calidad, con la firme idea de que nuestros productos tenían que ser buenos.
- Nos imaginamos que tendrá alguna anécdota para contarnos, ¿verdad?
- Así es. Corría el año 1919, ya en las calles comenzaban a ser adoquinadas, algunos faroles de gas tenían a su cargo la iluminación y aparecían los primeros teléfonos, cuando el 11 de febrero exactamente compré y recibí el primer despacho de cemento fabricado en la Argentina, que use para hacer los mosaicos de la Casa de Gobierno y por cuyo motivo recibí en mi modesta industria al señor presidente de la República, don Hipólito Yrigoyen. Ése fue un año muy bueno para la firma, que cumplía 45 años de existencia y en el exterior era premiada en una exposición europea por la calidad de sus productos. Nuestro trabajo artesanal era un verdadero orgullo, ya que por aquellos días creo que no existía una manzana de la ciudad que no tuviera nuestros mosaicos. Se trabajo intensamente para la Compañía Primitiva de Gas, Italo Argenitna, Chade, Unión Telefónica y toda repartición estatal. Fuimos los que en 1911 ejecutamos varios mosaicos de tesela, como el Escudo Argentino que conservamos en nuestro local, que demandó muchas horas de trabajo durante los dos años que duró su construcción, en la que intervine yo con dos oficiales y cientos de obreros. Fuimos además los primeros que importamos en 1926 el azulejo al país.
Antes de finalizar, desearíamos que nos dejara un mensaje...
- Hoy el cambio es total y no se detiene; cientos de productos compiten con nuestros centenarios pisos dispersos en todos los rincones del país, pero lo único que pido es que mis sucesores continúen manteniendo la honestidad como orientación primaria, para que mi pequeña y modesta industria pueda continuar por muchos años ofreciendo capacidad y garantía absoluta. Todos debemos pensar que estamos de paso y que nuestras vidas cortas o largas están en manos de un ser superior que nos ha dado libertad para actuar en la certeza de que cada uno será responsable de sus actos en el último instante y la balanza se inclinará con toda justicia para brindar paz a quien amó a su prójimo, y vivió para y por la comunidad. Otro deseo es que mi patria viva feliz, en paz, y llena de amor entre los hombres.
Es difícil llevar a papel la sensación que vivimos compartiendo un instante con la maravillosa persona que fue en vida don Eugenio P. Quadri, y que se prestara a este reportaje en junio del año 1973, regalándonos su vitalidad, su memoria, sus gratas evocaciones, que permitieron conocer gente y cosas del Almagro de ayer y de hoy.
Don Eugenio P. Quadri falleció, lamentablemente, poco tiempo después, en el año 1977, a los 96 años de edad.
Don Eugenio P. Quadri, su fábrica "La Esperanza" tiene para Almagro una importancia vital que pone una referencia cierta para su identidad, ya que su presencia por tantos años hizo por la vida del barrio lo que la planta hace por la tierra que la protege: le brinda su fruto

Fuente: "Almagro en el intento".
Autor: Omar Pedro Granelli.