PATRICIO DE LA HUMANIDAD SOLIDARIA
Hoy nos toca con orgullo informar que ha sido distinguido con la "Estrella Académica Universal" y promoverlo a "Patricio de la Humanidad Solidaria".
Esta Distinción se le otorga a nuestro amigo Manuel Monasterio por su notable desempeño comunitario y prestigiosa trayectoria de bien. Esta distinción es otorgada por el O.M.H.S. (Obra Mundial pro Humanidad Solidaria).
Esta no es la primera distinción que recibe el Sr. Monasterio, sino que ya ha sido homenajeado por colectividades extranjeras de Estados Unidos, Europa y países de Centro América.
La ceremonia tuvo lugar en la 132° Promoción de Valores del Género Humano en el Centro Argentino de Ingenieros, con una cena de gala, donde se le entregó como ya dijimos la Estrella Académica Universal y se le otorgó el Título de Nobleza Meritocrático en calidad de Patricio de la Humanidad Solidaria.
Fuente: Su Revista Almagro Villa Crespo - Nro. 206 - Set/2001.


MANUEL GERARDO MONASTERIO (I Parte)
Entre el mar y el servicio social
(Nota publicada en SU REVISTA- Almagro y Villa Crespo)
Por Lic. Miguel Werner (*)
Manuel Monasterio nació un día 21 del primer mes del año 1927, en la ciudad de Buenos Aires. Su padre había llegado a la Argentina en 1910 y su madre cuando apenas contaba 9 años. Ambos catalanes y luchadores. De su unión, en 1923, nació Manuel y una hermana. Su padre había estudiado para cura. De él heredó la rectitud y la honestidad que dejó traslucir en la larga charla con Su Revista, en una casa cálida y acogedora.
Alto, de buen aspecto, educado, hablador. También, sincero, directo, graciosos e irónico por momentos. Su voz ronca se puso firme cada vez que de convicciones se habló. Hombre de muchas vinculaciones, si los hay. Vecino de Almagro desde hace 50 años, donde vive enamorado desde siempre de Angelina Loruso Palmisano, con quien se casó un 26 de diciembre de 1953 y tuvo 2 hijos. También tiene dos nietas, de 15 y 16 años, que son como hijas de este matrimonio pronto a apagar 50 velitas. “He tenido la suerte -dice- de tener una compañera de primera. Ella es como yo, de carácter, peleadora y laburante.
Agotar sus vivencias sería interminable. Aquí sólo se hará un acercamiento a una persona que no sólo se destacó en su profesión de marino mercante, sino porque vivió brindándose a los demás. No por nada recibió distinciones por doquier: en EEUU, en Cuba y recientemente en Buenos Aires, como vecino de la ciudad, un reconocimiento que se entrega cada 11 de julio, fecha de fundación del poblado. Cabe decir que el mismo había recaído en 1995 en Fernando de la Rúa, cuando aún era senador nacional, y el año pasado en Antonio Cartañá.

EN ALTA MAR
Monasterio navegó todos los mares, pero sobre todo el Atlántico, el Mediterráneo y el Pacífico. Conoció muchos países y lugares y dominó como pocos su profesión. Fue asesor de la Marina mercante y de la Marina de guerra durante el conflicto de Malvinas. Supo mejor que nadie el recorrido para llegar a Georgia del Sur, ya que estuvo en contacto con estas tierras (o hielos) del ‘44 al ‘60, contratado por la Compañía Argentina de Pesca.
Vivió 6 años en EEUU. Estando en ese país le tocó llevar una gran cantidad de barcazas mercantes a Turquía, con un Capitán de apellido Zuloaga. Esto le reportó una buena diferencia económica que Monasterio siempre destinó a obras de bien público. Residiendo en Neuquen, a principio de la década del ’80, donó una importante suma de dinero a la Asociación Mutualista Evangélica Neuquina (AMEN) con la que se pudo adquirir una ambulancia, construir una escuela para niños y equipar un hospital.
Un buque que recuerda particularmente es el Harpón, buque antiguo de caza de ballenas. Durante la guerra comenta que a la Marina mercante le hundieron el Uruguay, el Río Tercero, el Quilmes, el Victorio. Era una época que se pagaba bien pero se corría peligro permanentemente. Los barcos eran pintados de gris. Hoy, cada tanto se reúne con sus compañeros para desandar tiempos idos. Expresa que algunos se vuelven un poco entonados, tal vez nostálgicos de aquellos tiempos que no volverán.

ACTUACIÓN PÚBLICA
Estuvo en la UCR del 1945 al ‘88. En 1987 llegó a ser delegado titular del Comité Capital de ese partido. Jugó un importante papel en el Partido Blanco de los Jubilados en el período 1989-1990. En 1992 el Ministro Rodolfo Días, al que conoció en un programa televisivo, lo invitó a su despacho. Usted tiene que trabajar conmigo -le pidió el funcionario- a lo que Monasterio respondió: “voy, pero sin cobrar un peso”. Así fue como trabajó como Presidente de la Consejería del Jubilado, un ente autárquico del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, con oficina en la calle Balcarce 610, desde 1992 hasta el 7 de mayo de 2000. No faltó un solo día.
Fue candidato extra partidario a legislador porteño (Partido Jubilados en Acción) por Acción por la República, invitado por el Dr. Caro Figueroa, Presidente del Partido, que lo conocía del Ministerio. Estaba en la lista en la posición 12. Lamentablemente, la alianza Caballo-Beliz lo relegó al puesto 29.
Preside la Asociación de Jubilados de Marina Mercante y Puerto desde 1985. En una oficina al lado de su casa ofrece atención y asesoramiento legal gratuito a jubilados. Habla con propiedad del tema y entiende más que nadie el problema de tanta gente mayor que tiene que hacer milagros con 150 pesos mensuales. Cabe decir que lo quieren los jubilados y ha conseguido muchas cosas por su tesón.
En la faz privada fue Capitán de Armamento en la Compañía Argentina de Pesca, en 1956; Director de Del Bene SA, en 1970; y asesor durante la intervención de Canal 13, desde 1984 al 1988. Tanto en el ámbito público como en el privado trabajó con honradez y decencia, buscando el bienestar general de la gente. Siendo candidato exigió a los que aspiraban a un cargo los antecedentes policiales y judiciales. Como es obvio imaginarlo, se enojaron todos. Por eso dijo ya no querer saber nada de política, aunque comentó, casi como primicia, que su nombre estaba siendo evaluado para ocupar un alto cargo público.
Trabajó mucho con el Ministerio de Bienestar Social. Hay que decir que es Licenciado en Servicios Sociales y más allá del título, siempre buscó hacer algo por la gente, sin ser millonario. En realidad, podían creer que tenía mucha plata, pero dice que nunca fue así. “Ni la preciso, dijo, Dios no me abandona nunca, porque sabe que me dedico ha hacer cosas.

UN POCO DE CULTURA
Hincha de Boca, desde chico, cuando iba al tablón. Ahora sólo ve los partidos de la selección, y por televisión. Comentó que deporte había hecho bastante: básquetbol, pelota a paleta y fútbol; destacándose en patín. En los buques nadaba.
Amante de la música popular: el tango, la música centroamericana de antaño, los boleros; en una época en que todos se enamoraban bailando uno. También el cine, ambiente donde tiene amigos. Como actor le gusta Hampery Bogart. Tiene varias películas de él. De los actuales, Harrison Ford, Richard Gere, Michael Douglas; aunque este último cada vez menos.
A un romántico como Monasterio no le podía dejar de gustar la poesía. Ha leído a los grandes de este género: Gustavo Adolfo Bécquer, Paúl Gerardi, Amado Nervo, Rubén Darío, Alfonsina Storni. También ha escrito poesías y dice tener varias cosas sin editar. Gran lector, sobre todo en navegación. Aunque expresa que lee cada vez menos.
Autor de Operación Patagonia, que editó Lumiere en abril de 1987 bajo el seudónimo de Jeff Kristenssen, relato atrapante donde, más allá de las conjeturas, queda claro que la emigración de jerarcas nazis a tierras de Sudamérica, y especialmente del Sur Argentino, existió. Comenta que ahora tiene un problema con ese libro porque han usado su argumento.

TE ACORDAS HERMANO
Conserva gratos recuerdos de su niñez: su barra de amigos jugando al fútbol en las calles. “Almagro era un barrio formidable. Éramos una familia, expresa, en un tiempo donde se confiaba y por eso los comerciantes fiaban. Me robaron Buenos Aires”, dice con nostalgias, ahora todos nos miramos con recelos. Aunque reconoce que en Buenos Aires el porcentaje de gente buena sigue siendo alto.
Al barrio hoy lo ve muy mal y extraña muchas cosas de aquellos tiempos. Sobre todo la tranquilidad. Eran épocas en que se tenía un respeto muy especial por los padres y tocar en la mano a una chica después de tres meses de conocerla era todo una hazaña. “Ahora es distinto -dijo- pero no creo que sean más felices que yo. El hombre desde que nace va en búsqueda de la felicidad, pero se equivoca de camino. Ahora se separa todo el mundo. Antes era raro el chico que tenía los padres separados. Ahora es al revés. Ha cambiado todo. Estamos equivocando los rumbos.
Por momentos la conversación se torna consejo. Monasterio destila sabiduría. Habla de amor, pero se lamenta porque “acá no entienden de esto. Acá lo único que saben hacer es robar y llevarse lo que pueden. Jamás estuve en eso. Dios es el único que me da todo. A mi me da más de lo que necesito ¿y sabe por qué me lo da?, porque sabe que lo reparto enseguida. Si encontrara un paquete de 20 o 100 millones en una semana lo repartiría.
Seguidamente ensaya una justificación a tamaña generosidad: “lo repartiría porque estoy bien de salud y tengo fuerza para andar, porque me cuido. Vivo enamorado de mi mujer. Vivimos el estado de enamoramiento, que es el mejor estado del hombre. Nos respetamos, nos queremos, tenemos hijos y nietos.
¿Viajar? No. Ya viajé mucho. Conozco el mundo entero. ¿Ir a los grandes restaurantes a comer de más? Terminaría muy mal de salud. Entonces, ¿para qué me serviría a mi? Para acarrearme problemas. Doy la explicación por qué. No estoy ni loco ni soy mentirosos. ¿Para andar con chicas jóvenes? No. Me hago el galán con mi mujer. El hombre que ha conocido el amor y vive enamorado es el hombre más feliz del mundo. El mundo es muy sencillo, el hombre lo hace perverso.

Continuará...
(*) E-mail: miguelwerner@hotmail.com



MANUEL GERARDO MONASTERIO(II Parte)
Un hombre que anduvo e hizo cosas
Por Lic. Miguel Werner (*)
Monasterio egresó en 1970 como Capitán de Marina mercante, en un tiempo en que la gente se movía de una parte a otra del mundo mayormente en barco.
Profesión riesgosa si la hay, por lo menos en ese entonces. Al peligro de un temporal se le sumaba el temor de ser alcanzado por un torpedo durante guerra. Trabajar en un buque no es como estar en una oficina. Esto justifica que se jubilen a los 52 años, teniendo 30 de navegación.
Amó su profesión y para demostrarlo comentó que cuando navegaban hacia la Antártida se cambiaban hasta 6 veces la ropa por día: y para mi era mi alegría y mi locura. Recorrió el mundo, hizo obras de bien, tuvo una importante actuación pública y hace tiempo que trabaja de manera gratuita para los jubilados. Tiene centenares de vivencias andando por el mundo, pero no vive de recuerdos. Expresa que hoy a Georgia sólo iría acompañado de 7 personas: 6 para tenerlo a la fuerza y uno apuntándole con una arma.
La entrevista tuvo lugar en su domicilio, donde recibió a Su Revista con gran hospitalidad. En el largo encuentro mostró innumerables recortes periodísticos donde aparece en entregas de distinciones, en reuniones y junto a gente famosa. “Un Argentino que honra la raza humana” fue una dedicación de un diploma entregado por la Asociación Histórica Cubana. En 1973 lo condecoraron con la Orden de Constantino, por su destacada labor en pos del bien público.

PASIÓN POR EL MAR Y LOS BARCOS
- ¿Usted dónde hizo la escuela primaria?
- La primaria la hice en la Escuela Presidente Roca de calle Libertad al 581, hasta 6to. grado. Hice un año de bachiller y me pasé a una escuela comercial, al Colegio Británico de calle Perú. Después me preparé y rendí examen para ingresar como oficial en la Marina Mercante. Me fui de comisión a los EEUU a traer unos buques. Allá hice el curso de Oficial de Cubierta y me embarqué en un buque norteamericano del Army transport. Estuve navegando durante años en ese buque. También en ese país hice un curso de Oficial de la Defensa Civil y llegué al grado de Coronel de la Defensa Civil de los EEUU. Allí fue donde comencé a hacer obras. En un Estado de la Unión me nombraron Subsecretario de Servicios Sociales. Volví a la Argentina en el ‘53 y me casé. En el 56 nació un hijo, después nació una nena que tuvimos la desgracia que falleció.
- ¿Cómo surge su interés, su inquietud por los barcos y por el mar?
- Era muy joven y vivía al lado de casa un señor catalán, que había sido cocinero en los buques de pasajeros, muy amigo de mis padres. El me llevaba al puerto. Y como él había sido cocinero de abordo me contaba sus hazañas, sus viajes. Estamos hablando de 1933 o ’34. Él me llevó a conocer los buques y esto se transformó en la pasión de toda mi vida. Incluso me acuerdo que en el año ’42, cuando se entraba a la Escuela Naval con 3er. año, me preparé para dar el examen de ingreso. Cuando me enteré que se navegaba muy poco dije: no, yo me quiero dedicar a la Marina Mercante. Fue así como me aboqué completamente a esta profesión. Navegué en la Marina panameña, liberiana y de EEUU. Tengo la patente de Capitán panameño, Capitán liberiano. En Argentina inauguré los buques de pasajeros. Fui oficial en el Eva Perón y en el 17 de Octubre, que eran buques de mucho lujo. Fuimos los que trajimos al ballenero más grande del mundo, el Juan Perón, de casi 50 mil toneladas, traído de Belfast, Escocia. Estuve mucho en la Compañía Argentina de Pesca, en las Islas Georgia del Sur, y creo que soy uno de los que más conocen Gritviken (Georgia del Sur), Puerto donde tenía su factoría la compañía. Fui Capitán de Armamento y Gerente de la Compañía.

RECUERDOS Y NOSTALGIAS
- ¿Qué es lo que más le gustaba de la Marina Mercante?
- La marina siempre fue una vocación, una profesión muy aventurera y muy romántica. Nosotros íbamos a Georgia del Sur y pasábamos 4 meses viendo nada más que islas, pingüinos y ballenas y éramos muy felices. Lo que pasa que el mundo ha cambiado. Ya no quiero ir al Puerto porque hay oficiales que trabajaban conmigo, que ahora son capitanes, que me quieren mostrar lo que tienen, los aparatos y les digo que se terminó el romanticismo. Nosotros no sabíamos cuánto íbamos a ganar, embarcábamos y listo. Claro que se ganaba, pero era otra gente, otro mundo, otras cosas. Ya no quiero ir al puerto. Me invitan cada tanto, pero gracias. Me entra la nostalgia.
- Se ha comercializado todo, pero, además, deben haber cambiado mucho los barcos.
- Antes había que ser marinero marinero, sin menospreciar a los que están hoy. Ahora está todo automatizado: hay un navegador por satélite con el que se aprieta un botón y se sabe donde está el buque. Antes había que hacer muchos cálculos. En ese tiempo un Capitán de un barco, con mirar, ya sabía todo. Hoy el capitán ya no decide porque hay una computadora en tierra que le dice donde está y qué tiene que hacer. Hoy ya no sería marino, porque falta el sabor a la aventura que teníamos nosotros en aquella época, donde se corrían los peligros propios del trabajo, pero uno lo hacía con amor. No quiero llorar por eso, pero por eso no voy a ver un buque.
- El trabajo en los barcos, el conocimiento de puertos y gente le deben haber permitido reunir muchas experiencias.
- En aquel tiempo el que no tenía vocación no podía estar. Los barcos solían tener muchos problemas y había que trabajar. En una época yo estuve en un petrolero llamado Quilmes y nos llevó 31 días llegar a Nueva Orleáns. Hay que aguantarse 31 días a bordo. Los buques de ahora no tienen siquiera olor a buque. Anduve también en un ballenero fabricado en Holanda, en 1894, llamado Harpon. Embarqué en ese barco en el año ’45, cuando el mismo tenía ya 50 años. Fue el primer buque argentino que entró a Europa después de la guerra. Fuimos a Noruega. Esos camarotes tenían olor a buque. Son cosas imposibles ya de describir. Todo eso a nosotros nos gustaba y lo amábamos.
Nos sentíamos como los aventureros de antaño, que navegaban 3 o 4 meses para llegar a un puerto, comiendo tasajo, esa carne salada que iba en barriles, con agua racionada.
- ¿Nos podría relatar la experiencia de su primer viaje?
- Embarqué en el Río Tunuyán, un buque francés de pasajeros, que había quedado internado en Argentina en la Segunda Guerra Mundial. Hicimos el primer viaje, que era la Flota Mercante del Estado, el 24 de mayo del ’44.
Salimos con pasajeros de Dársena Norte a Nueva Orleáns. Este fue el viaje inaugural del buque con bandera Argentina. Era un buque a carbón. Recuerdo que el día 25, era día de fiesta, y me sentí tan mal. Suerte que trabajamos poco y pude descansar. Tuvimos mal tiempo de entrada, pero pasaron unos días y nunca más tuve problemas. Ese buque hizo escala en Río de Janeiro, un puerto de Venezuela, Tampico (México) y La Habana (Cuba), para llegar a Nueva Orleáns. Habremos tardado 24 días. Después de ese viaje embarqué en el Quilmes. En el año ’45, llegando a EEUU con ese barco, Argentina entra en guerra. Entonces, se lo pintó de gris y pasó a ser buque beligerante. La Argentina entró a la guerra a último momento. Los únicos que derramaron sangre durante la guerra fue la Marina Mercante.

TENER O SER
- Usted conoce el país y ha estado mucho tiempo fuera, donde existe otra perspectiva de su gente y sus cosas ¿Cómo ha sentido al país y como lo ve actualmente?
- Actualmente lo veo mal. Los culpables somos todos. ¿Sabe por qué? Porque está todo totalmente politizado. Acá un chico de 10 años sabe quién es el ministro, y saben de este y de lo otro. No se olvide lo que dijo Frondizi cuando se encontró con Kennedy en EEUU. Cuando Kennedy le comentó que tenía un grave problema, porque tenía 280 millones de habitantes, Frondizi replicó que eso no era problema: yo tengo 30 millones, pero la diferencia es que todos quieren ser presidente de la nación. Esa es la realidad. En EEUU si le pregunta a un hombre de 40 años quién es el gobernador de su Estado, no le interesa ni lo sabe, porque está trabajando, está creando negocios y todo eso. Acá no. Acá todo el mundo quiere vivir de arriba. Esto es un problema de toda América Latina.
- ¿Hay algo más que le gustaría hacer y que todavía no pudo concretar?
- Tener un lugar más destacado en el tema de los jubilados. Peleé mucho, mucho, pero siempre aparecen señores que no tiene ni idea dirigiendo tal cosa... ¿Y quién los nombró? Acá nombran Director de Salud Pública a uno que lustra zapato, porque es amigo. Esto es cómico. Uno está luchando permanentemente contra molinos de viento. Yo soy uno de los inventores de la Plaza de Mayo. Siempre peleé por los jubilados. El hombre tiene que tener un punto de mira para luchar y hacer algo porque es lo único que nos vamos a poder llevar. Creo que haber trabajado y hecho algo por los demás es una de las obligaciones que el hombre tiene en la vida. No sólo hacer y tener. No es tener, es ser. Tener es muy fácil. Hay gente que vendiendo droga tiene. Ese es un monstruo. El tema es ser mejor.
- Usted parece una persona muy honesta. ¿Dónde aprendió principios tan sólidos, que sostiene y defiende sin estar desalentado y con el ánimo de seguir queriendo hacer cosas por los demás?
- Siempre hay que hacer algo. El que se desanima no es un buen guerrero. Cuando uno entra a la batalla, se asusta y se va ya no es guerrero. Tiene que dedicarse a otra cosa. Hay que pelear y tener fuerza para seguir peleando. Parar nunca. Yo pararé cuando esté en el cajón. Es la única manera de vivir. Los principios los aprendí andando por el mundo y viendo sufrir a la gente. Eso también tiene que ver con el medio en que uno vive. Una vez en Europa fui a visitar un argentino preso y le llevé unas naranjas. Los presos se agarraron a trompadas por las cáscaras. Eso es problema. Acá mal que mal todavía tenemos algo que comer. Viendo tanto sufrimiento es donde el hombre de bien, que tiene sentimiento, empieza a recapacitar. Hay gente que es buena y no sabe, porque ha vivido en un medio donde no ha necesitado capacitarse para hacer el bien. Ve la miseria y le surge la necesidad de ayudar. Después todo es un entrenamiento. El día del niño estuvimos en un hogar repartiendo cosas, juguetes, ropa, de todo. Uno está entrenado para esto. Si todos haríamos algo. Pero la gente no es mala, está equivocada. Hay que enseñarle. El hombre es tan animal que a veces confunde el bien por el mal. Hay que enseñarle.

(*) E-mail: miguelwerner@hotmail.com
Nota publicada en Su Revista (Almagro-Villa Crespo) en las ediciones de los meses de octubre y noviembre de 2000