UNA NOTA LLENA DE POESÍA


Lo conocimos poeta. Lo vimos caminando por las calles de su barrio. Ese barrio fue y será Almagro. Diríamos que aún hoy nos parece verlo, doblando Valentín Gómez por Salguero, rumbo al fraternal amigo que lo aguarda en el misterio de uno de los cafés ubicados en Corrientes y Medrano. Allí, en el café Medrano, o en el desaparecido El Motivo, o en su preferido, el Gildo. Allí, en esos locales, lo vemos rodeado de amigos, cortando la noche junto a buen vaso de vino. Siempre escondiendo su tristeza debajo de su negro sombrero o sus grandes bigotes. Siempre refugiándose en sus poemas que refieren al barrio o son el retrato de algo o de alguien.
Estamos citando a Mario Jorge de Lellis - el poeta de Almagro -, nacido en nuestro barrio un 14 de Marzo de 1922, en la casona de la calle Sarmiento 3565. Nació en una casa a principios de siglo, muy amplia, que albergaba a la familia de Lellis, compuesta de padres argentinos y de ocho hijos, de los cuales Mario Jorge era el tercero en edad.
Muchos son los libros que dejara escritos y en ellos muchos también son los poemas que le cantaron a las cosas de Almagro, pintó un barrio que se hizo síntesis en sus palabras. Un joven poeta que nos dejara prematuramente (año 1967) y que había hecho un culto de la amistad, que gozaba de un buen trago y que se perdía en la inmensidad poética de las cosas que hacen a este cacho de ciudad que en sus comienzos fuera deslinde entre la quietud de sus quintas y el nervio de sus aldeas.
"Amistad, vino y poesía" sería un epitafio según otro poeta, Osvaldo Rossler.
En este mes de marzo de 1974, aniversario de su nacimiento, una circunstancia feliz nos pone en contacto con su hermano mayor, el doctor José Domingo de Lellis, en su consultorio de la calle Sarmiento 3639, muy cerca de la Comisaría 9a. El prestigioso profesional, de gran predicamento entre el vecindario de Almagro, nos facilita la recordación y nos entrega elementos que se refieren a la existencia del gran poeta, aunque prefiere no ahondar en el reportaje triste que supone traer del ayer a su hermano, sino que hace alarde de un espíritu muy especial para que esa ausencia no sea tal, y nosotros podamos encontrar con naturalidad los secretos que guarda la vida íntima del poeta.
Nos da acceso a las obras, que fueron muchas, lo que nos permite beber en ellas sustancia de poesía.
Entre nuestras manos. Ante nuestros ojos. Uno a uno laten en verso algunos de sus libros: Flores del silencio (1941), Cantos de la tecla negra (1942), Siglo rojo (1943), Tiempo aparte (1946), Calles de marzo (1947), Litoral de angustia (1949), Mediodía por dentro (1951), Ciudad sin tregua (1953); hasta llegar a su obra póstuma: Ortigal de Almagro.
Uno lo imagina inspirando sus versos acodado en la mesa de los cafés citados, rodeado de sus amigos, despejando la niebla artificial del humo del tabaco negro, manteniendo una charla amistosa directa y sin retórica, alabando a su Boca Juniors, el club de fútbol de sus amores, soñando junto al bandoneón de Pichuco, admirando la poesía de Vallejo, gozando con los escritos de Arlt o mostrando su eterna tranquilidad.
Al correr de sus versos, es fácil observar que los mismos tienen ritmo ciudadano, porque al recitarlos surge espontánea una musicalidad que sencillamente explica la estirpe tanguera de su autor.
Sus ojos reflejaban una realidad que nunca fue más allá de sus vivencias, pues sus libros pintaron, en hermosas y limpias estrofas musicales, todo el mundo que le tocó compartir, en especial desde la óptica que le daba el barrio al que cantó más de una vez.
Tras de sí quedaron aquellos libros que, a medida que pasa el tiempo, los almagrenses meten en su perdurabilidad, y vibran con los versos que hablan de cosas propias de esta zona, como lo expresa en "Puente de Bustamante", "Tranvía 14", "Valentín Gómez 3887 - 2° E" o "Radiografía de Almagro".
Nosotros nos contagiamos y recitamos tan solo una parte de algunos de ellos:

Tranvía 14
Muy solo en este viejo tranvía tan catorce
me prolongué hasta ti, como un amigo.

Daban las dos de la mañana
(en otro tiempo el vigilante de Salguero estaba ya dormido).

Daban las dos de la mañana
(la 104 se estrenaba su arpege y su vestido).

Daban las dos de la mañana
(un recuerdo bebía de su copa en un rincón del Gildo).


Puente Bustamante
Pasabas tú, bajando, tú
y un nolopienses dicho hasta tu alma
y lluvias en esquinas y mateos
y finales tan dulces como las rosas dadas.

Pasaba el puente mismo,
el morirse en las vías, el despedirse en humo
y voz entrecortada
y pasaba palermo, pringles, barrios pobres,
felices por el pie de tu zapato y el calor de tu cara.

Te decía que no
y te miraba.


Valentín Gómez 3887 - 2° E
Cuántas veces yendo y viniendo en torno a lo que amamos,
más libres que este raro olor a lino,
más próximos, más justos o acaso
más injustos
por pretender bajar la luna a nuestras manos
más comunes a todo
sin festejos de sábados
sin elegantes formas, sin pañuelos
diciendo adioses falsos
acá estamos, acá
yendo y viniendo, entre un café y un trago,
muy simples, muy amigos,
dolidos y sonrientes, afectuosos, conversando
de largas cosas vivas.
La puerta siempre abierta para Almagro.


Radiografía de Almagro
Tú me quisiste siempre
como a un gorrión que juega.
Y eso de andar, Almagro, cobijándome,
es gaje de tu oficio centinela.

Para poder decirte enteramente
habría que beber, por ti, jugo de estrellas.
Habría que charlar de cosas inocentes
como hacen tus niños al borde de la siesta.

O habría, acaso, que inventar un himno
más simple que la marcha de una escuela.

Como puede leerse, su poesía es el más completo de los reportajes que se pueda hacer a quién fue y será "el poeta de Almagro", y al que nosotros por este cariño lugareño evocamos con la admiración que nos dio conocerlo caminando el barrio por las noches, en busca de lo que tanto añoraba: la amistad por la amistad misma.

Fuente: "Almagro en el intento".
Autor: Omar Pedro Granelli.