ALBERTO GONZALEZ VIAGGIO, ESGRIMISTA Y EMPLEADO

Por amor a la camiseta
Los deportistas reciben cada vez menos apoyo y tienen que trabajar para vivir y para seguir sosteniendo una pasión sin límites.
Cuando empezó en la esgrima a los 10 años, encandilado por una profesora de Gimnasia y Esgrima, Alberto González Viaggio nunca imaginó los sacrificios que le ocasionaría practicar este deporte. Trabajó de cadete, cartero, plomo de disc-jockey, panadero. Y muchas veces lo hizo para bancarse una actividad que hoy, a los 28 años, lo tiene como el mejor floretista argentino. Hace siete años encontró la estabilidad laboral en el Ministerio de Economía, donde realiza trabajos administrativos. Pero, a la vez, el tiempo le empezó a jugar en contra para entrenar con la Selección y, obviamente, le restó chances a nivel internacional.
"De 8 a 10 de la mañana me entreno en lo físico. De ahí me voy al trabajo hasta las 8 de la noche. Y después vuelvo al club para practicar hasta las 11 con el equipo argentino", cuenta. Pero no se queja. Si hasta asegura que tiene suerte: "El ministerio me queda a dos estaciones de subte". Los sábados previos a los torneos se entrena todo el día. Y si no, dedica el fin de semana al estudio: está en tercer año de abogacía en la UBA.
¿Y a tu novia le dejas una foto?
Y...(risas), la verdad es que se la banca muy bien. Su novia es Silvana y ya hace un tiempo que conviven en Almagro. González Viaggio también ayuda económicamente a su familia. Y la esgrima no es un deporte precisamente barato. Ejemplos: un florete cuesta 120 pesos, la careta 150, las zapatillas 150 y el traje ronda los 400. Y a pesar de representar a Argentina, todo corre por cuenta del esgrimista. "No me deja una moneda pero es mi pasión. Sé que en otro deporte tendría más reconocimiento. Pero para mí la satisfacción de un buen resultado, no hay guita que lo compre", asegura. Esos resultados llegan seguido: campeón sudamericano de florete en el 92, 94 y 95, participó en los Juegos Olímpicos 92 y ganó el bronce en los Panamericanos 95. Y la semana pasada fue plata en el Panamericano de esgrima.
Para combatir el cansancio diario tiene una receta original: deja el bolso en el club a la mañana y deber pasar a buscarlo a la noche. "Así evito la fiaca. Y una vez que agarro el florete se te va el cansancio", explica. No reniega, sabe que así son las reglas de juego en un país como Argentina: "Este es un típico deporte amateur, pura camiseta. Pero yo me siento un privilegiado: tengo trabajo, morfo y hago un deporte que me encanta".
Típico argentino de clase media, la pelea cada vez más: la Secretaría de Deportes le da una beca de 300 pesos, aunque hoy lleva dos meses de retraso. Y ahora se viene el recorte de sueldo anunciado por el Gobierno para los empleados estatales. Aunque dice que lo compensa por la buena predisposición de su jefe y compañeros en el ministerio: cubren su tarea cuando él se va a competir afuera con la Selección. Muchas de esas giras son pagadas de su bolsillo. "A veces me planteo cortar con esto de la espadita. Pero sé que el cuerpo no me va a dar más dentro de algunos años. Y tengo un sueño que no me lo quita nadie: ser campeón mundial", se ilusiona.

Textos: Marcelo Maller y Gustavo Flores. Producción: Soledad García de Quirós.
Publicado en diario Clarín el 04/08/2001.