EL CAUDILLO DE SAN CARLOS NORTE


Desde sus orígenes, la política argentina estuvo marcada por un fuerte signo personalista, a tal punto que su historia puede resumirse en los nombres de unos pocos líderes de enrome gravitación personal.
Por debajo de aquellos, la práctica política funcionaba a través de operadores, caciques y caudillos, verdaderos manipuladores de voluntades, dueños de "paquetes de votos", siempre negociables a modo de un capital personal en el mundillo comiteril local.
A principios del siglo XX, distintos caudillos parroquiales acumularon una fama y popularidad que los hizo trascender el espacio de su feudo, como son los casos de Constancio Traverso en Balvanera, Nicanor Paredes en Palermo, Pedro Bidegain en Almagro, Alberto Barceló en Avellaneda y Manuel J. Aparicio en San Carlos Norte.
Bernardo González Arrili, en su libro "Buenos Aires 1900", define una veintena de personajes de aquella época como reminiscencias de la gran aldea en su tránsito hacia la urbe opulenta. Evoca, entre otros, figuras como la del compadrito, el patotero, el dandy, el payador, el orillero y el malandra, típicos y pintorescos actores de la vida doméstica de un pueblo, con una fisonomía propia, teñida de la nostalgia de un Buenos Aires que se fue escurriendo lentamente ante el avance del progreso.
El caudillo tomará algo de cada uno de esos personajes. Es el hombre fuerte de la zona, el representante del "doctor", el que contrata a los matones que "controlarán" el comicio en las memorables elecciones realizadas en atrios de iglesias, tal vez como forma de santificar el fraude y exorcizar a los demonios de la violencia. Las patotas armadas revoloteaban vigilantes; había que ser un verdadero guapo y respetar poco la propia integridad física para votar en contra del doctor de turno. El voto, si bien no era obligatorio, se convertía en una aventura peligrosa. El bando perdedor -si contaba con qué- se apoderaba de la mesa y acomodaba los resultados a su gusto y paladar. Aquellas trifulcas fueron el origen del enrejado que circunda la mayoría de los atrios de los templos, como una forma de preservar los lugares santos de los no tan santos animadores políticos.
En el interior, en el campo, la cuestión era aún peor: se votaba por el "patrón" o por el "comisario", y así surgía el presidente "constitucional" durante décadas.
Jorge Luis Borges pinta en sus versos la estirpe de un caudillo:

"De atrio más bien fue caudillo,
si no me marra la cuenta,
allá por los tiempos bravos
del ochocientos noventa.
Si entre la gente de faca
se armaba algún entrevero
él lo paraba de golpe,
de un grito o con el talero"

MANUEL J. APARICIO
Manuel José Julián Aparicio nació en Pergamino el 19 de junio de 1871. Hombre público, periodista nato y sobre todo caudillo popular, abrazó la causa de la "Revolución del '90" siendo apenas un adolescente de 18 años y hasta fundó un semanario polémico, "El doctor Farándula", con redacción en la calle México 1825, desde el que atacó a Juárez Celman.
En 1891, al producirse la disgregación de la "Unión Cívica" tras el acuerdo Mitre - Roca, se acerca a la figura de don Bartolomé Mitre y se incorpora al diario La Nación, del que ejercerá la corresponsalía en la provincia de Córdoba, donde además ocupó varios cargos electivos.
En aquella provincia recibe su bautismo de fuego al herir de muerte, tras una provocación, al joven estudiante Antonio Quintana Alcorta, crimen del que es absuelto al ser considerado en defensa propia.
Manuel J. Aparicio es de mediana estatura, contextura robusta, ojos castaños, de mirar sereno pero inquisidor, temperamental y de agallas. Usa un bastón de estoque ("para ahuyentar a la perrada cuando uno se aventura por esos andurriales de Alsina", se justificaba) y un revólver al cinto, como era habitual en todo caudillo de aquella época.
A partir de 1899 se radicará en Buenos Aires, en el barrio de Almagro, en el sector conocido por entonces como "San Carlos Norte": una amplia franja entre Rivadavia y Córdoba, extendiéndose al oeste desde el límite de Balvanera hacia Caballito.
Ingresará a la masonería argentina, y cuando en 1901 Mitre resuelve dar por finalizada su actuación pública, Aparicio continuará con los "Cívicos" del ingeniero Emilio Mitre, hijo del general.
Busca despertar el interés de la clase obrera, cuyo mejoramiento propicia en un momento de grandes conmociones laborales, aunque no logra encontrar las formas, que por otra parte sí las tenían anarquistas y socialistas que propiciaron una vía de la lucha por mejores salarios y una jornada más reducida.
Allá por los primeros años del siglo pasado solía llegar don Aparicio junto a uno de sus más conocidos laderos, el "Chino" Andrés -Andrés Santiago Carrasán- al café Atenas de Canning y Santa Fé, donde conoce al bandoneonista Domingo Santa Cruz, otro vecino de Almagro que vivía en Cangallo y Lambaré, quien le dedicará el tango "Unión Cívica" en el año 1904.

EL COMITÉ DE BARTOLOMÉ MITRE 3880
En este escenario logrará reiteradas victorias electorales en compañía de los "Hunibersitarios", (con "h" y "b"), denominados así en forma despectiva por los opositores, y cuyo jefe era el citado Chino Andrés.
En 1904 contribuyó al triunfo de Alfredo L. Palacios en la circunscripción de La Boca, debido a un extraño apoyo de los "Cívicos" o Mitristars" a la candidatura del líder socialista, en una confusa conjunción ideológica.

SEMANARIO "EL OESTE"
El 3 de marzo de 1913 fundó el semanario "El Oeste", con redacción en Rivadavia 3949. Desde sus columnas alentó las ideas del "georgismo" (por el sociólogo norteamericano Henry George, 1839-1897), que abogaba por una propiedad colectiva de la tierra y la creación de un impuesto único.
También este semanario estuvo destinado a reflejar los intereses de un amplio sector de Almagro que se extendía hacia Caballito.
Abogó por el logro de la jubilación de la gente vinculada al periodismo, conquista que recién se hará realidad en 1939, después de su muerte.
Si bien continuó escribiendo en el semanario barrial junto a sus hijos, su actividad periodística principal la desarrollo en el matutino "La Nación", en una profunda identificación con Bartolomé Mitre.
A partir de 1930 se le fueron revelando síntomas de diabetes, enfermedad que lo lleva a la muerte el 3 de julio de 1938.
Otro exponente de Almagro fue el payador José Betinoti, que vivía en Artes y Oficios (hoy Quintino Bocayuva) 539. Si bien manifestaba inquietudes políticas hacia el anarquismo y luego el Yrigoyenismo, mantuvo estrechos lazos con Aparicio, al que le dedicó varias décimas, entre las que se destacan:
"...Yo, como humilde cantor / que hace muy poco me inicio / en las letras de comicio /
quisiera como adherente / dar este ¡viva! estridente / a Manuel J. Aparicio".


Fuente: Periódico Primera Página N° 88 - Agosto de 2001.
Autor: Miguel E. Germino