CARNAVALES


El barrio festejaba el carnaval a su manera. Los festejos consistían en producir una aglomeración poco común, con vecinos del lugar y gente de lugares circunvecinos, en la esquina de Corrientes y Medrano, más concretamente sobre la vereda sur de Corrientes.
El público acostumbraba juntarse frente a los cines Medrano y Corrientes, que se hallaban uno al lado del otro, porque en esas salas, en especial la primera de ellas, se realizaban grandes desfiles y concurso de comparsas que competían año tras año por demostrar quién era la mejor.
Esas comparsas, muy numerosas en cantidad, reunían en su formación a jóvenes de ambos sexos que, mezclados con algunos veteranos, procedían en su mayoría de zonas aledañas, y consecuentemente sus familiares y amigos, curiosos y ansiosos a la vez, por conocer la suerte que merecía la actuación de aquellos conjuntos, no dudaban en llenar con sus alegrías y sus esperanzas aquella esquina que, además de consagrarse tradicional para las carnestolendas, vivía el bullicio de un pequeño corso sin que llegara a ser tal.
No faltaban, por su puesto, los disfrazados "made in casa", ni las mascaritas, ni las serpentinas, ni el frío que producía el chorrito de agua de pomo sobre la humanidad del distraído, ni la matraca, ni el papel picado que llovía sobre el cabello del sonriente y animoso asistente a esa cita carnavalesca, pero todo ello tenía un signo muy particular y algo distinto que lo acercaba al ambiente que tenían los corsos sin que en definitiva lo fuera en realidad.
Se formaban verdaderas dobles filas de personas que dejaban entre sí la franja necesaria para que las comparsas participantes pudieran entrar a las salas bailando y saltando al compás de sus marchas y canciones con músicas ajenas y letras propias adaptadas a las mismas. Ingenio y picardía traían en sus letras, originalidad en sus trajes deslumbrantes, y movilidad y contorsión en sus bailes.
Lo que tal vez muy pocos sabían es que esas comparsas, para llegar a ese desfile anual con actuación en los cines mencionados, debían contar con un riguroso ensayo previo que se realizaba en corralones o casas con grandes patios, donde era frecuente ver, a partir de los meses de septiembre en adelante, formando grupos con bastonero mediante, en saltos, brincos y cantos que ponían la puesta en marcha de una actuación que luego sólo duraría a lo sumo siete noches.
Además, el preparativo incluía la confección de los trajes y uniformes que las caracterizaban, la contratación de algún elemento nuevo con atracción, que muchas veces pasaba de una agrupación a otra, mejorar los argumentos de su presentación y conseguir los fondos para costear ese sueño de comparsa que los muchachos acariciaban todo un año para gastarlo en las pocas noches destinadas a agasajar al Rey Momo.
Las noches de carnaval en Almagro, o sea en Corrientes y Medrano, contaron siempre con gran afluencia de publico entusiasta y bochinchero. Un público interesado y bastante parcial que aplaudía con sostenido afán a Los Marinos Unidos del Plata, su comparsa, integrada en su mayoría por gente de Almagro, y propiciada por las fuerzas vivas, también de Almagro.
Bares como El Gildo, Medrano, El Cóndor, El Motivo, cada uno en su tiempo, ofrecían sus mesas a los que deseaban compartir una degustación de cerveza fresca y bien tirada. La pizzería Pin Pun ofrecía sus variedades de pizzas y fainá para los que gustaban satisfacer su apetito mirando el colorido que les regalaba la calle transitada. La heladería Il Vulcano di Napoli, en la otra cuadra, ofrecía más tranquilidad distanciada del amontonamiento, y un helado de crema y chocolate para refrescar el garguero. Todos, en fin, ofrecían un asiento privilegiado para apoyar el cansancio que se conseguía después de tres horas de idas y venidas, de comparsas y más comparsas.
La interrupción del tráfico era casi voluntaria, por cuanto ya se conocía cuál era la costumbre del lugar y se sabía que no podrían evitarse las aglomeraciones; bastaba con un agente de la Comisaría 9a., el que estaba de facción, para producir el desvío de los carros, ómnibus y automóviles que tomaban otros itinerarios por calles paralelas. La excepción y el único privilegiado era el tranvía que por estar condenado a un recorrido hecho de rieles pasaba con dificultad, con verdadera dificultad, pero pasaba como queriendo adherirse a tanto colorido y el matiz musical que marcaba su "tan-tan" clásico y repetido.
Pitos, cornetitas, matracas y batir de parches parecen sonar en la evocación, tratando de darle vida a este silencio interior que busca volver a encontrarse con lo que fue un cuadro pintoresco de la época, donde la malicia se ocultaba detrás del antifaz, y que sin saber por qué un buen día desapareció misteriosamente con el mismo misterio que envolvió el sueño de las mascaritas que extravagantes y pizpiretas rondaron aquellas noches en Corrientes y Medrano

Fuente: "Almagro en el intento".
Autor: Omar Pedro Granelli.